domingo

Credo del educador

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Creo que educar es “ayudar a ser”.

Creo que vale la pena seguir luchando, trabajando y esperando.

Creo que debo vivir mi “quehacer” de educador como misión y no como mera profesión.

Creo que debo prepararme para suscitar valores e ideales, con mi presencia, con la entrega de mi tiempo y con una real proximidad a compañeros de trabajo, representantes y alumnos.

Creo de verdad que el protagonista de la educación es el alumno, no el libro ni método, el programa o el profesor.

Creo que no se puede ser educador si no se profesa en humanidad, en exigencia personal, y en responsabilidad ética.

Creo que debo crear en la escuela y en el aula, un ambiente de amistad que le permita al alumno no sólo su propio descubrimiento y el de sus posibilidades y límites, sino sobre todo la aceptación de sí mismo.

Creo que los alumnos necesitan del reconocimiento y el elogio gratuito tanto como de las notas y calificaciones.

Creo que la primera prioridad es aprender a vivir y esto requiere de otras cosas aparte del estudio.

Creo que en cada alumno hay un hombre que puja por nacer y que mi tarea consiste en favorecer ese parto.

Creo en el modelo del maestro perfecto: Cristo.

Creo que todo hombre, también el niño, es más sagrado que un templo, porque es el VERDADERO TEMPLO DE DIOS.






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