Uno de estos días perderás la paciencia y les gritaras a tus hijos lo siguiente: -¡Cuándo van a crecer y dejar de actuar como criaturas!
Y la verdad es que lo harán.
Tal vez les grites:
-¡Salgan de la casa, vayan afuera a jugar! ¡Procuren no lastimarse y no cierren la puerta tan fuerte!
Y ya no lo harán.
Ordenarás sus dormitorios hasta que todo este limpio y ordenado, cada cosa estará en su lugar, los juguetes sobre los estantes, los peluches sobre la cama y todas sus ropitas bien colgadas en el ropero. Los llamarás y les dirás:
-Ahora quiero que esto se quede así.
Y así se quedará.
Prepararás la cena perfecta, la ensalada llegará a la mesa en buen estado, sin que les falten las aceitunas. El pastel estará perfecto, sin marcas de deditos en el betún porque lo probaron en la cocina y dirás: - ¡Por fin! Esta es una comida que se podrá servir a los invitados.
Y comerás sin ellos.
Cuando suene el teléfono, gritarás: -¡No levanten la otra línea cuando estoy hablando! Quiero privacidad y dejen de gritar... ¿Me escucharon?
Y nadie te va a contestar.
En tu casa ya no habrá manchas en el mantel de la mesa y ya no habrá un vaso con flores del jardín traídas con un besito. Ya no tendrás que coser los agujeros de los pantalones y nunca más te romperás las uñas tratando de desatar los nudos de los cordones de sus zapatitos.
Nadie va a entrar en tu casa con lodo en las botas, y van a desaparecer todas esas ligas para atar cabellos que siempre llenaban tu baño.
¡Imagínate! Nadie estará usando tu lápiz labial para escribir por las paredes. Ya no tendrás que buscar una niñera para ir a las fiestas de Año Nuevo. No tendrás que asistir a las reuniones de padres en la escuela ni asistir a esas obras donde tu hijo hace el papel de árbol.
No tendrás que preocuparte por el transporte escolar, músicas que rompen tus tímpanos o viajes extras al colegio porque tu hijo olvidó su merienda en la casa.
- ¡Imagínate! En Navidad ya no recibirás más regalos hechos de palillos de helados. Se habrán terminado los besitos mojados después del desayuno porque la leche que aún tienen en sus labios.
Nunca más tendrás que preocuparte por los dientes que caen y los nuevos que tienen que salir.
No escucharás las voces que siguen hablando después de haberse apagado las luces, no tendrás rodillas raspadas que besar, ni deditos sucios que limpiar. Sólo habrá una voz diciendo:
-¿Cuándo será que crecerán y dejaran de actuar como criaturas?
El silencio te responderá: -Ya lo hicieron...
Felipe Hutsell
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