Los sentimientos se viven también en el cuerpo.
Los sentimientos se viven también en el cuerpo, ¿no se salta de alegría? Pues de forma similar, la tristeza suele hacer que tengas:
La sensación de que te pesan los hombros, el cuerpo, la cabeza...
- Cansancio.
- Ganas de llorar sin motivo aparente...
- Dificultad para concentrarte en los estudios.
- Palpitaciones.
- Sensación de que algo te aprieta el pecho o la garganta.
- Dificultades para dormir.
- Tensión de los músculos.
- Ganas de gritar, dar patadas y puñetazos o apretar los dientes.
- Mal humor.
- Dificultades para dormir.
- Sobresaltos continuos.
- Dolor de estómago o de barriga.
- Ponerse enfermos (o fingirse enfermos).
- Escaparse de casa.
- Dejar los estudios, hacer "novillos". (El caso de Maica)
- Tener rabietas, hacer gamberradas.
- Refugiarse en paraísos artificiales: los videojuegos, el alcohol, las drogas...
- Rebelarse contra todo y contra todos: ponerse violento, insultar, provocar, amenazar, agredir, ...
- Volverse infantil, exigente, caprichoso o rebelde.
Los sentimientos deben ser compartidos. ¿Con quién?
- En primer lugar con tus padres. Ellos desean ayudarte. Lo comprobarás enseguida si les das la oportunidad.
- Con tus amigos, con uno de tus tíos o tías favorito, con algún adulto en quien tengas confianza (un vecino de siempre, un profesor, el líder de tu grupo Scout...)
- También puedes recurrir al orientador escolar o a un psicólogo o a un terapeuta familiar. (El caso de Marta) Ellos son profesionales que conocen bien los sentimientos y las relaciones humanas y pueden ayudarte.
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